Mis quimeras se escabullen
en la bifurcación de mi insomnio
y vuelvo a verte, tocarte, soñarte
aunque no quiera.

Me repito que tengo lo que quiero,
que eras un haz lacerante en mi historia.
Me miento, me autoengaño.

Recuerdo nuestro banco.
Los cuerpos vagando de aquí para allá,
los coches se dedicaban acelerones
con exilio a no se sabe dónde,
nuestros labios impregnados de
destellos lunares que se encontraban
en la habitación del estío.

He vuelto a nuestro banco.
Los cuerpos vagan de aquí para allá,
los coches siguen recitando
baladas con claxon y acelerón
con exilio a no se sabe dónde.

Pero no es igual.

Falta la alevosía con la que retorcías
tus labios en contacto con los míos.

Voy a tener que empezar a desaprender
a entenderte y quererte, para sólo soñarte.     
Duermo con la promesa de no volver
a ser insomne.