Hacía mucho que no jugaba con ella, le dijo.
El dolor volvió en forma de cariño: de caricia, una patada; de silencio, dos. Se propuso dejarlo, se dijo, mudar de plumas y no llorar.
Y ahí la ves, tirada en el suelo, desangrándose con cada pluma arrancada poco a poco.
Sin daño.