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Atrapada
Y es que la sonrisa de un niño es tocar el cielo. Sonrisa verdadera con la que se puede abrir cualquier puerta de palacio. Pero no se engañen, la belleza no siempre va de la mano del sentido común. Las líneas de esa cara consiguen cualquier cosa, hasta trazar comisuras de libertad o sumisión. Y cuando se consigue algún logro los ojos se convierten en el nacimiento de una estrella y el pecho
en una bomba de relojería.
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