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El espejo
Tania Lamirán

Realmente no me caía bien. No lo entiendo, no encuentro una explicación razonable de por qué me ha hecho esto a mí. Puede ser que no le gustara mi forma de mirarla o quizás el tatuaje que llevo en el muslo... sí, la verdad es que podría ser eso. También cabe la posibilidad de que sintiera envidia; como cuando estamos enfermos y envidiamos a los que rebosan vitalidad. Sí. Además era una cínica experimentada, imprudente y descarada. Me confundía. Cada vez que entraba en el cuarto de baño y la veía no sabía si se trataba de una vaca o de una persona, o de ambas, o de ninguna de las dos... La verdad es que, si hubiera podido elegir le hubiera pedido ser cualquier otra cosa, pero por desgracia siempre me encontraba con el mismo animal orondo y grotesco. Vuelvo a tener hambre. Lo de ayer fue algo que nunca hubiera imaginado. Como cada mañana fui a verla: no estaba. Era como si se hubiera desvanecido. Creo que se dio cuenta de lo que estaba pensando de ella.

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