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El final del arco iris
Paloma Rodríguez Sánchez

Llegando a Palos de Moguer, el almirante subió a su nao y desde allí esperó a que se hiciese el silencio. Con la fuerza que da la convicción de las ideas, alzó la voz y se dirigió a los marineros que formaban la tripulación de las carabelas.

 

Hermanos, compatriotas, escuchadme bien. Cuando llegamos a un punto de nuestra vida donde se nos plantea una decisión importante, seguramente la inseguridad y el miedo mezclados de pereza nos abrazan forjando una barrera a nuestro alrededor.

Tomemos como ejemplo dos puertas gemelas, donde una de ellas carece de cerrojo. No dudo que todos elegiríamos la que se abre fácilmente ¿Pero y si tras la puerta vecina se hallase nuestra plenitud personal? En ese caso, no podríamos echar la vista atrás. El arrepentimiento nos hundiría por dentro porque el sentimiento y el peso de la frustración por no haber elegido la puerta correcta sería enorme, más si cabe si lo comparamos con la escasa y fugaz sensación de felicidad de haber hallado sólo un pedazo de algo que creíamos necesario.

Lo que hoy hemos rechazado, quizás mañana no lo podamos obtener.

 

El miedo incide en nuestra voluntad. Nos prometemos con pensamientos sin valor un cambio próximo. Con la mente llena de engaños nos hacemos creer  una realidad que nunca llegará a cumplirse.

Amigos míos, sólo podemos salir de esta situación si cargamos nuestro equipaje de predisposición y alegría. Ser feliz no es un estado de ánimo, es una decisión y una forma de vida.

 

Y para poder ser felices os propongo identificar las emociones como si se tratase de colores. Si creamos nuestro propio arco iris,  el caldero de oro nos esperará en su final.  

 

Pongamos en nuestro cuerpo una coraza de tenacidad, un escudo de esfuerzo y un yelmo de madurez ¡Luchemos contra el miedo y el reinado del camino fácil!

 

Amigos,  hermanos, abandonad vuestros temores.  ¡Acompañadme en esta aventura que nos conducirá en nombre de nuestra señora Doña Isabel de Castilla a la conquista de un Nuevo Mundo!

 

                                   Palos de Moguer , 3 de Agosto de 1492

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