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En un taxi cualquiera
Victor Julio

La vuelta a casa más suicida. Cinco minutos después de despedirme de ella, y separar nuestro camino juntos para evitar las miradas de cualquiera que no nos entendiera, mi imaginación se dispara como un cañón al que se le termina la mecha. Quizás ella no siente lo mismo, quizás ella se avergüenza, pienso. No lo sé, y soy demasiado cobarde para preguntárselo.
Las diez y media, y sin comer nada desde el desayuno. Siento que el estómago me pide algo de cena. Al final de la calle hay una hilera de taxis aparcados, lo mejor será coger uno para volver a casa.
-Hola buenas noches.
-Hola. ¿Me puede llevar a la calle Tejedores?
-Claro que sí chaval.
El taxi se pone en marcha. Comienza chispear lluvia de forma creciente, era una de esas noches que sabía iba a ser espeluznante, truenos y relámpagos por doquier. Por la ventanilla se ve a las personas aligerando el paso, sin paraguas alguno ni chubasquero.
Me fijo en el conductor por primera vez, parece uno de esos hippies de la década de los 70, resignado por este mundo materialista donde ya no se puede ser feliz con 5 pavos diarios. Ropa, comida, casa, mujer, 2 hijos estudiando, otros 2 en el paro, televisión, internet, facturas, hipotecas, un sueldo de mierda … 57 años y su vida ya no le pertene.
Su voz suena ronca y desgastada, seguramente a consecuencia de tantos años fumando a cartón directo esos porros que antes le divertían y ahora le matan las ganas de cualquier otra cosa que no sea conducir ese taxi o abrazar a su mujer al llegar a casa.
Desde el interior del taxi, y en plena apoteosis del THC en mis venas, se observa Valencia en su máximo esplendor. Una Valencia de cielo sin estrellas con un tono rojizo, que según me contaba mi abuelo era señal de vientos fuertes. Los semáforos multicolor hipnotizan, como luces difuminadas por la noche y por las gotas de lluvia plasmadas en el cristal de la ventanilla. Farolas naranjas transforman las calles, que antes fueron coloridas, en un tono sepia más acorde a películas antiguas en las que un caballero como Rick conquistaba a una preciosa dama como Ilsa para luego dejarla marchar y encontrar la felicidad en otras opciones que, a pesar de no ser tan satisfactorias, ayudan a pasar el día a día sin necesidad de derramar comida china y otras drogas por la mesa …
Claro que me gustaría ser ese chico que se sienta en un taxi y le cuenta sus problemas a un viejo conductor, que a la vez de ser tan desgraciado como yo ha sido enriquecido por la sabiduría que otorgan los años. Pero mi vida no es una película. No es tan fácil, no se puede dejar pasar la vida, ni los sucesos que ocurren en ella, no se puede …
Quizás sea hora de dejar de dibujar en hojas de libreta muñecos absurdos que no sienten nada, y echarle un par de huevos a los problemas para intentar, no solucionarlos, sino más bien atraparlos en un recuerdo para aprender de ellos.
-Hemos llegado, calle Tejedores. Serán 8 euros con 75 céntimos.

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