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Alberto Cardona

Se abrió el alba tras siete lunas, despejando la noche solitaria, larga y enigmática, señoreada por feroces criaturas. Un sol madrugador, filtrándose por los ramajes de los árboles, dilataba verdes los campos que se abrían ante los ojos, espejo de la armonía que el silencio y la vida de las plantas prometían como deleite de esperanza. Un riachuelo descendía desde las cumbres, serpenteando entre narcisos y dientes de león, para perderse tras el valle por las lomas y arboledas. Una fina lluvia comenzó a caer sobre la tierra fértil formando charcos en los que se reflejaba tímidamente el arco iris.

La vida se arrancaba a la oscuridad.

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