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David Martín-Sacristán

Y de repente todo cambia a tu alrededor y en lo profundo de ti, sobre todo si te salen escamas. Lo amarillo sabe espeso, los graves se hacen negros y lo frío sabe a pollo, porque al final todo acaba sabiendo a pollo. Lo peor es si te pasa comprando el pescado y te conviertes en gato. A ver cómo narices le explicas al tendero que son tus instintos vitales y que no puedes evitar cepillarte media tienda. Resulta un poco chocante, la gente te mira como extraviada y tú les devuelves esa chispa de desconfianza con un gemido o un ladrido o lo que la naturaleza te depara en el momento; pero al poco tiempo vuelve del ajetreo diario y la rutina cegadora y hablando en plata, pasan de ti olímpicamente, total, mientras el cuero siga rodando o ens su defecto el toro... Y eso reconforta porque saberte objetivo de los ojos ajenos mientras mutas resulta incómodo. Es algo personal, íntimo, algo que ni siquiera yo entiendo... ¿Soy acaso un engendro de hombre?, ¿soy producto de la imaginación de algún chalado escritor? Se me va la chaveta, ¿qué soy? A lo mejor mañana soy un ruiseñor o una mariposa de color o un babuino gritón, pero hoy, hoy... soy lo que estoy. 

¿Qué hacer ante tal situación...? Me escondo... lo digo... hago broma... me pego un tiro. ¡No! Resignación, al final de repente todo cambia a tu alrededor y en lo profundo de tu interior

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