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La ladrona de sueños
Paloma Rodríguez Sánchez

Recorre las calles nocturnas de las ciudades. Se llama Reina de las sombras y espera en silencio la llegada del sueño.

Solo unos pocos han podido observarla y todos afirman que es una hermosa mujer de cabellos oscuros confundidos de estrellas.

 

Mientras tanto, como cada noche, Morfeo desciende de los cielos, majestuoso en su carruaje tirado por caballos blancos de dorada crin. Y cumple el ritual: se adentra en cada casa donde deja un pedacito de su alma. Ese pedacito de Morfeo, mezclado con nuestra esencia, se convierte en un dulce sueño para vivir el descanso de la noche. 

 

Pero tan solo un instante después de la intervención de Morfeo, hay parásitos del tiempo que comienzan a devorar la parte buena y edulcorada del sueño. A veces consiguen que se convierta en pesadilla. Ahí aparece la Reina. De cada sueño extrae esa parte oscura, que al roce de sus dedos se vuelve brillante como el oro. Entonces, este dorado sueño se adentra en su corazón envuelto por un grito ahogado de dolor. Después se escabulle entre las sombras hacia el siguiente destino.

 

La reina roba y roba trozos de malos sueños. Y cuando considera que su tarea ha concluido, se retira a su guarida a descansar.

Con paso débil deja caer al suelo la túnica oscura que cubre su cuerpo para acercarse al espejo. En la imagen, una niña de piel bruna se contempla con la tristeza y el abatimiento de los siglos.

 

Cada sueño tiene una parte mala rara vez contada. Una parte que queda en el olvido, en el limbo del pensamiento. Esa parte nunca será dañina para nosotros gracias al sacrificio de la Reina.

La mayor parte de la gente no lo sabe, pero gracias a esta ladrona de sueños dormir adquiere su más preclaro sentido: descansar.

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